Mi definición de un buen domingo es estar encerrada en casa con una pijama totalmente anticonceptiva (de esas de felpa todas calientitas con la que no se te acercan ni los moscos) y sentarse frente a la televisión con la cobijita de pelis a echarte un maratón de chick flicks.
Sí, las chick flicks pueden parecer lo más tonto del planeta y definitivamente nunca las veremos expuestas en algún festival de cine de arte, pero para mí siempre son una terapia, un recordatorio de que las historias de amor bonito existen. Además, siempre es más barato ver una peli rosa que pagar un terapeuta o ir a llorar con tus amigas a un bar.
Hay una en especial que siempre veo después de tener una decepción amorosa: “A él no le gustas tanto” (He’s Just Not That Into You, 2009), basada en el libro de Greg Behrendt y Liz Tuccillo.
Si no la has visto, no te preocupes, no seré una spoiler, pero aquí te van algunas de mis conclusiones de la película y entenderás por qué no me canso de verla:
1. A él no le gustas tanto.
La peli habla de cómo descifrar a los hombres. Son tan básicos que, por ello, son difíciles de descifrar. Y es que esa simplicidad suya no concuerda con nuestra complejidad de pensamiento.
Les contamos a nuestras amigas cada parte de las cinco citas que hemos tenido con el caballero en cuestión para ver si ellas notan algún detalle que nos haga poder entender al hombre y decirnos si, eventualmente, nos casaremos con él, tendremos hijos y de qué color será la camioneta que nos compraremos. Lo peor es que tus amigas siempre siempre te dirán que –obvio– sí le gustas, pero que (inserte aquí cualquier motivo), con lo que te alentarán a seguirlo acosando.
Y mientras nosotras, junto a una taza de chocolate caliente (por aquello de la depre), contamos mil veces la historia, ellos están jugando su videojuego favorito pensando en la inmortalidad del cangrejo o en si se levantan del sillón para tomar una chela y comerse esa pizza fría que quedó de la fiesta de ayer.
En serio, ¡no se complican la vida! Es algo que deberíamos aprender de ellos. A ser simples. Si le gustas a un hombre, lo demuestra. Él hará hasta lo imposible por verte, llamarte, cruzarse en tu camino y meterse en tu destino. No significa que tú no hagas nada, pero no fuerces las cosas.
Si alguien te quiere, se nota. Si no, se nota más.
2. Si no te llama.
Revisas el teléfono y recuerdas las ventajas de que no tenga identificador de llamadas porque así le puedes marcar 87 veces para saber si sigue vivo y escuchar su respiración sin que te juzguen por loca. Te bañas con el celular a la mano –por si acaso llama mientras estás en la ducha–, checas constantemente si está prendido, verificas si tienes señal con el aparato pegado a la ventana, como si eso ayudara… Y, finalmente, casi le pones una demanda a tu compañía de celular porque ¡no te llama!
Pero la verdad es que, si un hombre no te llama, es porque no quiere. Punto. No hay más explicación.
Hacemos una telenovela cuando la verdad siempre es muy clara. Es muy raro el hombre que se presta a los famosos “juegos del amor” de “no le voy a llamar para que se clave más”. Si no te llama es porque no quiere verte o saber de ti. Sí, así de simple. No se murió su abuelita por tercera ocasión, no se descompuso el WhatsApp exactamente en su colonia, no se le perdió tu número, no lo secuestraron los marcianos y lo liberarán en cuanto vean tus 87 llamadas perdidas y 599 mensajes.
Como dice la peli, “si un hombre se comporta como si le importaras un carajo, es porque realmente le importas un carajo”.
3. Si no se casa o no se compromete contigo.
El famoso “no eres tú, soy yo” debería estar nominado al Óscar por mejor actuación. Lo peor es que siempre viene acompañado de un “no estoy listo” o “le tengo miedo al compromiso”, que son la mentira blanca más dañina que se haya inventado en el mundo. Lo cierto es que todos la hemos dicho porque pensamos que es la mejor forma de no herir a alguien con quien simplemente no queremos estar.
En cambio, el que se quiere casar/comprometer, lo hace: no necesita recordatorios, invitaciones, amenazas terroristas o insinuaciones, porque al rato te sale más caro el divorcio. No te preocupes por no estar casada, no tienes que hacerlo porque otros lo hacen. Hazlo cuando te nazca, cuando lo sientas, cuando encuentres a la persona correcta. Eso de las solteronas que visten santos es del siglo pasado. ¡Ahora los desvestimos! Y si no me lo crees, acuérdate de esa amiga casada y con hijos, con el esposo que la trata mal y la engaña, y darás gracias de no haberte casado con el primer tonto que te pasó por enfrente.
4. Si se acuesta o no contigo.
No hay una tabla cuántica de cuántas citas necesitas para saber si funcionará o no. Si te acuestas a la primera, a la décima, a la que quieras. Es de hombres del siglo pasado definir una relación con base en esto. Se trata sólo de saber si TÚ estás segura de quererlo hacer, pase lo que pase, lo veas al día siguiente o desaparezca de tu vida. Tu cuerpo y lo que hagas con él no definen tus siguientes citas.
5. Si se acuesta con alguien más.
Las mujeres somos las mejores detectives, que hasta la CIA envidiaría. Cuando tu novio le da like a la foto de una “tipa”, tú ya sabes en dos nanosegundos a qué gimnasio va y hasta qué rutina hace. Además, sabemos perfecto de qué mujer ponernos celosas. La intuición no habla por hablar. Podemos distinguir cuando es verdad y cuando es sólo una locura nuestra. Que la hagamos de pedo por todo es diferente. Pero cuando buscamos es por algo. Y si encuentras, es mejor tener los pies bien plantados sobre la tierra para saber si puedes perdonar algo así, si el amor es más grande que los recuerdos, que el ego, que los reproches. Sólo así podrás seguir adelante sin importar qué.
6. La excepción.
Alguien que conoce a alguien que la engañaba y luego dejó a su esposa y se casaron y vivieron felices para siempre es la excepción, pero la regla es que si te enredas con un hombre que no es honesto, nunca será una buena relación.
Las mujeres siempre tenemos historias de amor que contar: nuestras, inventadas, de la amiga de una amiga y hasta un mix de todas las anteriores. El problema es que la excepción es rara y, con base en estas historias, nos damos valor para tratar de encontrar el amor en donde quizás no haya ni buen sexo.
No tomes una pequeña cosa y la distorsiones. No trates de encontrar señales donde no las hay. Hazte consciente y responsable de las historias que vives. Deja de oír tantas historias y crea la tuya. Estamos esperando el final feliz con tanta desesperación que no ponemos atención a las verdaderas señales para saber a quién conservar y a quién dejar ir.
Algún día llegará el final feliz y, quizás, ese no sea el final y sea sólo el principio. Quizás tu cuento no tenga un hombre maravilloso, sino a ti misma recogiendo las piezas para un mejor futuro.
El final, dice la peli, es que “a pesar de todas las señales, la vergüenza, el dolor, las llamadas, nunca perdiste la esperanza”.
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